28.9.05

32._ Universo y mal

Por otra parte, su concepción de Yahvé como Dios absolutamente "único" lleva a Israel a considerar a todos los pueblos, y a todas las cosas, como dependientes de Él, aunque no sean capaces de reconocerlo. Yahvé no es sólo el Dios de los israelitas; es también el Dios de todos los pueblos de la Tierra, es también el Dios del Universo. No hay otros dioses, ni otras causas últimas, ni otros poderes supremos. Por lo tanto, atribuye a Yahvé los relatos míticos de la creación de todas las cosas.

(En los relatos bíblicos de la Creación, nosotros vemos una alegoría, una maravillosa imagen poética --que por supuesto no pudo ser intencionada... ¿o sí?-- del proceso creativo cósmico; con esa conmovedora alusión al espíritu de Dios "incubando" sobre el caos primigenio, y la sucesión de los "siete días", que nos sugiere la evolución emergente de los grados del ser; en especial ese tan antropomórfico "descanso" de Dios al séptimo día, nos parece que insinúa su emergencia para la trascendencia.)

Pero si todo es obra de Yahvé, ¿cómo es que existen el mal y el sufrimiento? Dios lo "había" creado todo bueno, porque Él es bueno.
La explicación es la misma que se da para el retardo en el cumplimiento de la Promesa: se trata del pecado, de la injusticia, de la infidelidad de los hombres, merecedora de dicho castigo. Así se concibe la "caída" de la Creación, desde su estado de bondad original, al estado imperfecto lleno de maldad, sufrimiento y muerte, que conocemos. Ha sido culpa de los primeros hombres, quienes pecaron desobedeciendo a Dios, y transmitieron su pecado a toda su descendencia. Esto se narra en el relato legendario de Adán y Eva, del "pecado original".
(Nosotros vemos aquí una alegoría de la toma de conciencia humana de su condición individual temporal: el individuo, no contento con colaborar simplemente en el devenir cósmico hacia Dios, y así "obedecerle", quisiera ser él mismo "como Dios", disfrutar en y para sí de la "ciencia del bien y del mal", pero experimenta esa resistencia, esa inercia, esa tendencia regresiva que se opone al Espíritu, que existe inevitablemente en las cosas temporales, y en particular en la voluntad humana, y que hace sentirse imperfecta a la persona; un sentimiento trágico de culpabilidad y futilidad, de "proyecto inacabado". Por supuesto, como hemos dicho anteriormente, el mal existe inevitablemente porque la Creación nunca estuvo acabada, sino que está inmersa en el proceso creativo; estamos y estaremos en el "sexto día" hasta la emergencia final y la desaparición -sólo entonces- del mal; en el "séptimo día", cuando trascenderá Dios, y, gracias a su benevolencia, por fin "seremos nosotros mismos".)

Pues también aquí se descubre la prefiguración de la Promesa: Yahvé enviará un salvador que destruirá el mal para siempre.