28.9.05

33._ Humildad

Nada más lejos de Dios que el concepto de un salvador dominador, prepotente, avasallador, que "te salva quieras o no quieras", por la fuerza, como tantos "salvadores providenciales", en realidad dictadores y tiranos, de la historia.
Al contrario, como se puso de manifiesto en Jesús, Dios es "manso y humilde de corazón", pacífico y bondadoso, como un padre -o una madre- comprensivo, amoroso e indulgente, que respeta la libertad de sus criaturas humanas, que quiere salvarlas pidiendo su consentimiento, convenciéndolas, seduciéndolas, poniéndose a su nivel, dialogando con ellas, solidarizándose sinceramente con ellas.

El poder y la majestad de Dios están más allá de nuestra capacidad de comprensión o imaginación; podemos quizá atisbarlo en la sobrecogedora inmensidad del Universo, o en la maravillosa complejidad de la Vida. Todo poder y majestad humanos son irrisorios ante Él. Sin embargo, su benevolencia es tan grande que estuvo dispuesto a humillarse haciéndose uno de nosotros para pedirnos "de tú a tú" que lo aceptemos.