28.9.05

35._ Ungido

Además de estar presente en un lugar, Dios estaba también representado simbólicamente por algunas personas escogidas: profetas, líderes religiosos o políticos, reyes, sacerdotes. Esa consagración especial se expresaba muchas veces ritualmente, por la aplicación solemne de una "unción" en la frente del elegido; por eso a tal persona se le llamaba "ungido", que en hebreo se dice "mesías" y en griego "cristo".

Pero ninguno de esos ungidos representó plena y auténticamente a Dios, sino sólo simbólicamente, ya que Dios quedaba siempre infinitamente por encima de la condición humana de esas personas.

Tampoco pudo ninguno de esos ungidos realizar el cumplimiento cabal de la Promesa: construir el reino eterno de paz y de justicia. Al revés, Israel acabó presa de la dominación extranjera, sumido en la opresión.

No obstante, se afianzó la esperanza de que vendría un ungido "definitivo", que traería el Reino de Dios para siempre, que sería el liberador, el buen pastor, el príncipe de la paz, el siervo fiel de Yahvé, el instrumento del poder salvífico de Yahvé, que establecería a Israel a la cabeza de las naciones, y la consagraría como su "nación santa". Este hombre sería el verdadero ungido; ya no sólo simbólicamente; entre todos, el único representante auténtico de Dios: "el" Mesías por antonomasia. El "Emmanuel": Dios con nosotros.

Así, pues, se reveló a Israel el más hondo propósito de Dios: su encarnación.
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Profecías

Entonces Yahvé dijo:
"He visto ciertamente la miseria de mi pueblo en Egipto.
Los he oído pidiendo ayuda a gritos por culpa de sus capataces.
Sí, soy bien consciente de sus sufrimientos.
Y he bajado para rescatarlos".
(Éxodo 3:7-8)

Yo la seduciré; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón.
Y ella me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que salió de Egipto.
Te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en justicia y en derecho, en amor y en ternura;
te desposaré en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé.
(Oseas 2, 16-17b.21-22)

Porque yo, Yahvé tu Dios,
te tengo asida por la diestra.
Soy yo quien te digo: "No temas,
yo te ayudo."

No temas, gusanito de Jacob,
oruga de Israel:
yo te ayudo - oráculo de Yahvé -
y tu redentor es el Santo de Israel.

Los humildes y los pobres buscan agua,
pero no la hay.
La lengua se les secó de sed.
Yo, Yahvé, les responderé.
Yo, Dios de Israel, no los desampararé.

Abriré sobre los calveros arroyos
y en medio de las barrancas manantiales.
Convertiré el desierto en lagunas
y la tierra árida en fuente de aguas.

Pondré en el desierto cedros,
acacias, arrayanes y olivares.
Pondré en la estepa el enebro,
el olmo y el ciprés juntos,

de modo que todos vean y sepan,
adviertan y consideren
que la mano de Yahvé lo ha hecho,
el Santo de Israel lo ha creado.
(Isaías 41; 13-14 y 17-20)

Esto dice Yahvé: "¿Recordáis lo pasado?, ¿pensáis en lo antiguo?; yo voy a realizar algo nuevo.
Ya está brotando. ¿No lo notáis?
Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida.
Entonces el pueblo que me he formado proclamará mis alabanzas."
(Isaías 43, 18-19)
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